Vicky

Noto que alguien me toca cuidadosamente el hombro. Emito un gruñido dando a entender que no quería ser despertada. El teatro es algo que nunca se me dio mal, solo que nunca he tenido mi oportunidad en Hollywood. El hombre insiste y a regañadientes comienzo a abrir los ojos.

- Suerte que la encontramos, en palacio se comenzaban a preocupar.

- ¿Por mí?

- Por supuesto, llevamos días buscándola. No sabemos bien lo que pasó, pero algo por el camino le asaltó. El príncipe no quiso creerlo pues lo dijo un juglar que se hacía pasar por adivino, pero cuando vimos que se retrasaba unos días decidió creerle y nos mandó buscar.

- Eh no, pero yo…

- No hable, debe estar agotada. La llevaremos al castillo a que le vea un médico y pueda descansar.

No entiendo nada. Yo estoy perdida y no conozco nada de este “mundo” pero todo me conoce a mí. Al menos creo que no corro peligro pues parecen preocuparse por mí. Han dicho que me asaltaron, eso puede explicar por qué tengo una herida en la cabeza. ¿A qué iría yo a un castillo? Quisiera preguntarles a ellos, pero me da miedo meter la pata. Pero la curiosidad me mata, así que decido hacerlo con sutileza.

- ¿A qué iba yo a palacio?

- ¿No lo recordáis? –Hace una pausa y comienza a reírse- vais a convertiros en princesa.

- Convertirme… ¿en princesa?

- Vais a casaros con el príncipe, ¿no lo recordáis?

- Pero el príncipe… ¿está bueno? –Pregunto, haciendo como si no escuchase la última pregunta, puesto está claro que no recuerdo nada.-

- ¿Si está bueno? No sé, ninguno de nosotros le ha probado.

- Bueno… quizás es que no me he expresado muy bien… -Se me olvidaba que estoy en una época muy diferente a la mía.- Me refería a si el príncipe es guapo.

- Eso es algo que debéis juzgar vos, su futura majestad.

Anda que a mí también se me ocurre cada cosa… me voy a casar con alguien a quién no conozco, es decir me voy a casar y solo se me ocurre pensar si el tío o príncipe está bueno. Ahora mismo, cuanto desearía despertar de esto sí es un sueño, despertar en mi cama y devolver el dichoso libro, porque de eso si que estoy segura que es cierto.

El camino empieza a ser largo e incomodo. Entre mis ropajes con los que estoy pasando un calor infernal y el caballo que no es un transporte muy cómodo, lo estoy pasando bastante mal. El general parece darse cuenta de mi malestar y me intenta tranquilizar diciéndome que queda poco. Me avisa de que aquello que se ve a lo lejos es el castillo. La verdad es que es una maravilla. Cuando de verdad queda poco, empieza a entrarme una sensación de mariposas en el estómago y me empiezo a poner nerviosa. Al principio no entiendo el porqué, pero no tardo mucho en darme cuenta de la razón.

La cabeza cada vez me pesaba más y más. Ya no solo me dolía la herida, ya era toda la cabeza. Solo tenía ganas de llegar y dormir horas y horas. Cuando estamos ya en la puerta del castillo nos detenemos. El general parece hablar con uno de los guardias que hay en lo que parece ser un puente levadizo. No hablan más de dos minutos cuando el guardia asiente con la cabeza y da el aviso para que abran las puertas. El soldado que me acompaña en el caballo se da cuenta de mi reacción. Me duele tanto la cabeza que estoy a punto de desmayarme. Lo último que alcanzo a oír es que me cojan antes de caerme.

Me despierto algo aturdida. No sé exactamente dónde estoy hasta que recuerdo que es todo lo que ha pasado. Me encuentro en una habitación espaciosa, de techo alto y de muebles muy lujosos. La cama es bastante cómoda y espaciosa también. Me doy cuenta que ya no llevo la agobiante cota de malla ni el corsé. En su lugar visto un camisón blanco y mucho más cómodo. Intento incorporarme en la cama, pero me es imposible. La cabeza me sigue dando vueltas. Me la toco y me doy cuenta que la llevo vendada. Al tocármela noto un punzante dolor lo cual hace que me queje. Oigo en la puerta una serie de susurros que se oyen claramente cuando esta se abre. Aparecen dos doncellas que se dirigen hacia mí sonriendo.

- ¿Cómo os encontráis?

- Creo que bien, me duele un poco la cabeza pero nada grave.

- ¿Cree que podrá incorporarse para la cena con el príncipe? Si no podéis no os preocupéis. Él solo desea que os encontréis bien.

Cuando menciona “cena con el príncipe” me entran de nuevo los nervios. Más que nervios es miedo a lo que voy a hacer. También podría negarme a casarme, pero como siempre tengo que estar razonando… ¿Y si no estoy en mi cuerpo y estoy en el cuerpo de otra chica? Yo solo recuerdo a partir de despertarme en el prado aquel. No recuerdo nada de que me asaltaran y mucho menos de por qué me voy a casar. Así que aunque tenga mucho miedo, no voy a arruinarle la vida a la dueña del cuerpo en el que estoy si es que no estoy en el mío. La doncella está esperando mi respuesta a lo que yo contesto que me encuentro bien y que deseo muchísimo cenar con el príncipe. Lo he dicho con tal entusiasmo que la mentira ha colado a la perfección, ya dije que el teatro era lo mío. La doncella con incluso más entusiasmo que yo abre el armario y empieza a sacar lujosos trajes. Yo me estaba quedando un poco impresionada y me da por mirar a la otra doncella. Está apoyada en la puerta riéndose. Ya es una mujer de entrada edad mientras que la otra es mucho más joven, más o menos de mi edad. Cuando ya ha vaciado el armario entero me pregunta que traje me gustaría llevar en la cena. Ha sacado tantos, a cuál más hermoso, que me sería imposible elegir. Finalmente escojo un traje de terciopelo de un color esmeralda intenso, muy ceñido en la parte del tronco y caída rasa de cintura para abajo. Es un traje muy sencillo pero a la vez hermoso. Después de estar más de media hora intentándomelo poner (había necesitado la ayuda de las dos doncellas) iba a mirarme al espejo. Deseaba que al verme en él, mi reflejo no fuere el mío si no el de otra chica, si la teoría de que yo estaba en otro cuerpo era cierta. Cuando me miro, me veo a mí, pero mi rostro y mi cuerpo eran como más finos. Ya no parecía tener dieciséis años si no unos diecinueve o veinte. La verdad es que me quedo embobada delante del espejo durante unos minutos, pues con el traje me veía hermosa aunque la herida de la cabeza no es muy coqueta. La doncella más joven seguía entusiasmada y se ofrece a peinarme. Me hace un moño muy simple por detrás, con discretos rizos cayendo por todos lados. Ahora sí que de verdad me veo hermosa. Pero la felicidad me dura poco cuando recuerdo de nuevo por qué estoy aquí. Pero ahora que sé que soy yo y no otra persona, puedo negarme a hacer cualquier cosa que no desee. Bueno, se supone que puedo negarme.

Cada minuto que pasa más miedo tengo. Las doncellas hace rato que me dejaron sola para que descansara un poco más antes de la cena. Lo más seguro es que la mentira me cueste cara, porque la cabeza cada vez me da más vueltas. Ahora que tengo la herida al descubierto, no me atrevo ni a tocarme la frente. Decido sentarme en un sillón que hay al lado de la ventana. Es tan grande, que casi cabe todo mi cuerpo en el asiento. Me siento de lado mirando la ventana y apoyo mi cabeza sobre mi mano. Sin duda alguna las vistas son maravillosas. El castillo da de cara al mar. Son aguas azules, claras y cristalinas; simplemente maravillosas. La costa desde aquí parece de arena blanca y fina y lo demás, montañas, praderas y un largo etcétera de un verde intenso. Mirando el paisaje parece que se me olviden todo los problemas y me relajo de tal manera que me acabo durmiendo.

Cuando la misma doncella de antes me despierta, ya es de noche. Cuando miro por la ventana ya no puedo ver nada. Me levanto lentamente un poco aturdida y me quejo de la cabeza. La doncella me mira como diciendo “si te encuentras mal, quédate aquí”, pero siento tanta curiosidad que digo que no se preocupe, que me encuentro bien. Salgo por primera vez de la habitación. Los pasillos son largos, fríos y oscuros. A cada ciertos metros hay antorchas para iluminarlos, pero de poco sirven. Si no fuera porque me acompañan las doncellas, ya me hubiere perdido. A mitad camino me avisan de que el comedor está en otro de los edificios que forman el castillo y que tenemos que cruzar por un patio interior. Cuando salimos al patio, me entran de nuevo los nervios. Fuera hace muchísimo frío y me acuerdo de cuando por la mañana me he despertado en el prado aquel. En un solo día, he vivido muchísimos acontecimientos y algo me dice dentro de mí, que son poco comparado con los que van a venir.

1 Response
  1. Anónimo Says:

    ME ENCANTA!!
    que buen cap y me dejo con la intriga por saber quien es el principe!!
    y ella va a ser princesa??
    bueno subi pronto
    besoss


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